En los últimos años, padres, madres y educadores repiten la misma frase una y otra vez:

“No sé qué le pasa. Está diferente. Ya no sé cómo llegar a él.”

Y no, no es que los adolescentes estén más rebeldes, más perezosos o más incapaces de concentrarse. Lo que está cambiando no son ellos:
es el mundo en el que crecen.

Vivimos en la época más dopaminérgica de la historia.
La dopamina —la molécula que mueve la motivación, la curiosidad y la recompensa— está en todas partes: en las pantallas, en los videojuegos, en las notificaciones, en las redes sociales, en las sustancias, en la presión académica y en la necesidad de perfección constante.

Los adolescentes están expuestos a un nivel de estimulación emocional que ningún cerebro humano había enfrentado antes, y eso cambia radicalmente la forma en la que sienten, aprenden, se relacionan… y sufren.

Pantallas, drogas, redes y drama: las nuevas adicciones que nadie nos enseñó a reconocer

Cuando pensamos en adicciones, imaginamos sustancias.
Pero hoy existen también adicciones invisibles:

  • adicción a la aprobación

  • adicción al rendimiento

  • adicción a las relaciones intensas

  • adicción al escape digital

  • adicción al “estar siempre conectados” (nomofobia)

Los adolescentes no buscan destruirse.

Buscan regularse.

Buscan algo que calme, que distraiga, que dé sentido, que alivie la ansiedad o la presión interna.

Y lo encuentran en lo que tienen más a mano: el móvil, las redes, la marihuana, el THC, los estimulantes para estudiar, la hiperproductividad o el reconocimiento social.

El cerebro adolescente: potente, vulnerable y en remodelación

Este es el punto clave que muchos adultos desconocen:

El cerebro adolescente está en construcción.

Las áreas encargadas de la recompensa maduran antes que las de autocontrol.
Eso significa que sienten intensamente antes de poder filtrar racionalmente lo que sienten.

  • No es falta de voluntad.

  • No es falta de educación.

  • No es mal comportamiento.

O al menos, no siempre.

Es neurobiología.

Lo están pasando mal, pero no saben cómo decirlo ni cómo identificarlo

La mayoría de adolescentes no expresan lo que sienten con frases como:

“Estoy ansioso.”

“Estoy saturado.”

“No sé regular mis emociones.”

Lo expresan así:

“Déjame en paz.”

“No quiero hablar.”

“Necesito mi móvil.”

El problema no es el entorno. El problema es cómo se sienten cuando están solos con su propio mundo interno.

Entonces, ¿qué podemos hacer los adultos?

Spoiler: no sirve de nada gritar, castigar o controlar.

Lo que sirve es conectar:

Sirve entender cómo funciona su cerebro.
Sirve escuchar más y juzgar menos.
Sirve preguntar sin invadir.
Sirve acompañar en vez de corregir.

El gran reto de esta generación no es desconectarse del mundo digital. Posiblemente y no podamos hacerlo. Es aprender a vivir en él sin perderse a sí mismos.

Sobre mí
Soy apasionada por ayudar a las personas a encontrar su bienestar emocional y desarrollo personal. Mi enfoque combina empatía, conocimiento y herramientas prácticas para acompañarte en tu camino hacia una vida plena.
© 2025 — Laura Mayo
Por: Fibotech